jueves, 29 de julio de 2010

El Budo y los cuentos - Dejar que el gallo madure

La tradición de los cuentos está firmemente arraigada en el Budo, como expresión de que más que sistemas de lucha son escuelas de vida. Empezamos con este cuento una serie en la que publicaremos algunos de los más famosos. Esperamos ansiosos a que propongáis alguno.

DEJAR QUE EL GALLO MADURE

El rey Tcheu confió a Chi Hsing Tseu el adiestramiento de un gallo de pelea prometedor, que parecía dotado y combativo. El rey esperaba pues un adiestramiento rápido ... y no comprendía verdaderamente que diez días después de su comienzo aún no hubiera tenido ninguna noticia del progreso de su campeón. Decidió ir en persona a ver a Chi para preguntarle si el gallo estaba listo.

- ¡Oh no, señor, aún le queda mucho para madurar. Todavía es muy orgulloso y colérico - respondió Chi.

Pasaron diez nuevos días. El rey, impaciente, fue de nuevo a ver a Chi para informarse.

- El gallo ha hecho algunos progresos, majestad, pero aún no está preparado ya que reacciona en el momento mismo en el que siente la presencia de otro gallo - le explicó Chi.

Diez días más tarde, el rey, irritado ya de tanto esperar, fue a buscar el gallo para echarlo a pelear. Chi se interpuso y le explicó:

- Aún es demasiado pronto. Su gallo no ha perdido completamente su deseo de pelear y su ímpetu se manifiesta siempre.

El rey no comprendía muy bien lo que desvariaba este viejo Chi. La vitalidad y el ímpetu del animal eran precisamente la garantía de su eficacia. Pero, en fin, como Chi era el adiestrador más famoso de todo el reino, confió en él a pesar de todo y continuó esperando.

De nuevo diez días pasaron. La paciencia del soberano estaba a punto de estallar. Esta vez, el rey estaba decidido a poner punto final al adiestramiento. Hizo venir a Chi y se lo anunció con un tono que traicionaba su mal humor. Chi tomó la palabra sonriendo y dijo:

- De todas maneras el gallo está casi maduro. En efecto, cuando oye cantar a los demás gallos no reacciona, permanece indiferente a las provocaciones, inmóvil como si fuera de madera. Sus cualidades están ahora sólidamente enraizadas en él y su fuerza interior se ha desarrollado considerablemente.

Efectivamente, cuando el rey quiso echarlo a pelear, ningún otro gallo estaba visiblemnete a la talla de pelear contra él. Además ni siquiera se arriesgaban, ya que salían huyendo desde el momento en el que lo veían.

Tomado de PASCAL FAULLIOT. El Blanco invisible. Ed. Teorema. Barcelona 1982

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